jueves, marzo 31, 2011

Historia real de discriminación contra la mujer.

Luisa tenía 23 años cuando se gradúo de la carrera de arquitectura en una de las universidades más importantes de México.

Fue reconocida como una de las mejores estudiantes de su generación, obteniendo mención honorífica y varios reconocimientos por las actividades extracurriculares que realizó a lo largo de su carrera. Se sentía segura de que el mundo profesional la recibiría con los brazos abiertos al graduarse. Tenía la juventud y el talento para triunfar.

En la primera entrevista de trabajo se enfrentó con que la realidad era muy diferente. Envío su currículo a una reconocida empresa regiomontana, para participar en el proyecto del diseño de un parque de diversiones. Se emocionó cuando supo que su entrevistador sería uno de los dueños; eso parecía una buena señal.

Al llegar, el hombre se comportó con frialdad y después de preguntarle acerca de su promedio escolar, sus experiencias laborales y demás datos le dijo:

-¿Sabías que las mujeres, sobre todo las recién graduadas, son muy inestables?
Luisa se sorprendió por esa pregunta totalmente inesperada y no supo realmente qué contestar.
-No- dijo, totalmente contrariada.
-Pues sí, en realidad las mujeres no toman en serio el trabajo- agregó el hombre, mientras se acomodaba la corbata- sólo piensan en casarse y cuando al final lo logran te dejan el puesto así como si nada.
-Que una mujer quiera formar una familia no significa que no le importe su trabajo. Se pueden hacer ambas cosas- defendió Luisa, ya bastante indignada.
-Por eso yo prefiero contratar hombres- expresó el accionista, como si no hubiera escuchado lo que la joven había dicho- ellos sí son leales y responsables. Sobre todo si son padres de familia, se comprometen totalmente con el trabajo. Por cierto ¿tienes novio?
¿Qué se supone que debo contestar?, pensó Luisa. Lo dudó un momento y finalmente, dijo con firmeza.
-Sí y también tengo una preparación universitaria, el reconocimiento de mis maestros y muchas ganas de trabajar.
Luisa se armó del todo el valor que tenía y agregó:
-Agradezco mucho su tiempo, pero ya no estoy interesada en la vacante, con su permiso- y salió disparada de la oficina.
¿Hizo bien?

Cuando les contó a sus amigas lo que había pasado, hubo varias opiniones. Su mejor amiga la apoyó totalmente. ¿Para qué quieres trabajar en un lugar en el que el dueño piensa eso de las mujeres?, le decía. Mejor que te lo ahorraste. Pero otra amiga, le confesó, un tanto entristecida:

-Es que así es, Luisa. Todavía hay mucho machismo en el campo profesional. No hay de otra más que aguantarse y aprender a tolerarlos. Porque si sigues poniéndote así ¿dónde vas a conseguir trabajo?
Fue entonces que Karla, la más joven de sus amigas, le dijo:
-Deberías demandarlo.
-Ni al caso- dijeron las otras.
-Claro que sí- insistió la primera- la discriminación contra la mujer está penada por la ley. Nos protege la constitución, derechos humanos y un montón de organizaciones no gubernamentales que se especializan en la defensa de los derechos de la mujer.
-Pero, ¿para qué, si no hacen nada?
-Las que no hacemos nada somos nosotras- señaló Luisa. Mientras sigamos aguantándonos este tipo de cosas, los hombres y el mundo no va a cambiar. Es lo mismo que sucede con las mujeres que son maltratadas por sus esposos y novios: se callan, se aguantan.
Segura de sí misma, fuerte y decidida, Luisa concluyó:
-El valiente vive hasta que el cobarde quiere, y nosotras, ya no somos cobardes.

¿Cuántas se animan a denunciar?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

mmm me parece bastante bien que ayas tomado la decisión por no tomar el trabajo donde un sujeto machista solo se la pase aragareando (a pesar de yo sea un niño aunque necesitaba esto para una tarea pero aun así lo leí y me paracio interesante
)